De vuelta a noviembre
Relatos de despedida, luces y sombras de Barcelona, rituales y duelos que no acaban.
Es otoño mientras escribo estas líneas. Un noviembre de verdad, de esos en los que el sol brilla con una intensidad desmedida, pero solo a ratitos. Me fascina la luz de este mes absurdo, a medio camino entre los propósitos de septiembre, los deseos de diciembre y aún muy lejos de los sueños que traerá el año nuevo.
Déjame que hoy te lleve a la costa de repente
Hace un día radiante de principio de noviembre
Déjame que hoy te lleve
En la playa ya no hay nadie
¿Por qué no bajas el puente?
Nivel inexperto - Second
Noviembre siempre me enfrenta a retos que parecen demasiado. Supongo que soy yo, que mi alma de escritora se empeña en inventar paralelismos que le den algo de importancia al absurdo que es la existencia. Tal vez sea por eso que me empeño en recordar el noviembre de hace 10 años cuando aterricé en Barcelona para empezar una nueva vida con un fantasma (o demonio) del pasado.
Pasé muchas horas esperándolo en el aeropuerto mientras le hacía fotos al leoncito que me regaló mi amiga para darme fuerzas en una Odisea que intuíamos complicada.
Ha terminado la lavadora y no deja de sonar la musiquita esa incómoda y molesta que trata de gritar que saque rápido la ropa o terminará oliendo a humedad. La luz del sol se cuela por la puerta de la terraza que he dejado abierta para que se ventile un poco la casa. Esta casa que ya nunca será más mía y que, sin embargo, me llevaré tan dentro.
Este lugar al que llegué cargada de pena, una pena inmensa que no cabía en las maletas que me dejó mi amiga para trasladar mis escasas pertenencias. Una pena que se hizo enorme al llegar cuando me encontré con otro ser que también cargaba una pena y un dolor imposibles de soportar. Lloramos juntos cada día, y yo sentía que me ahogaba mientras le escuchaba toser y notaba esa vida que se le escapaba. Una tarde le di su peluchito y me tumbé un rato a su lado y al despertarme, la sombra. Una sombra oscura aguardaba sobre su cuerpo pequeñito y desgastado.
Una pena, esa pena, que aquí dejamos.
Esta mañana he mandado tres mensajes; a mi madre: la fiesta estuvo bien, pero estoy agotada. A mi amiga: tengo resaca emocional. A ti: gracias por todo lo que hemos construido juntos estos meses, por sujetarme fuerte cuando temblaba de dolor y pena cada noche. Por curar mis heridas. Por taparme los ojos cuando hay luces estroboscópicas de esas y preguntarme si me he tomado la medicación, así, como si nada.
Gracias por cogerme de la mano y tirar fuerte de mí cuando estaba cerca, tan, tan cerca, de volver a la anhedonia.
Miro el cartel que mi amiga diseñó para la fiesta de “No quiero más dramas en mi vida” y recuerdo a mis amigos aquí sentados, anoche mismo. Riendo, cantando, obligándome a contar una vez más esa anécdota que se saben de memoria, diciéndome que soy una dramática organizando una fiesta de despedida de Barcelona cuando voy a volver en un par de meses.
O quizás tres, o tal vez Berlín me atrape y alargue la escapada, a lo mejor por fin me voy a descubrir Perú, quién sabe si no me quedaré a vivir un tiempo en Londres para quitarme esa espinita.
Y sé que están, que estarán.
Mi amiga me trajo de México, de su ciudad que anhelo conocer algún día, un chocolate picante con jengibre que acabo de derretir para tomarme algo calentito mientras escribo.
Se me ha quedado frío divagando.
Hace exactamente 6 meses que me senté aquí por primera vez a trabajar mirando a este patio de manzana que se volverá olvido en mi recuerdo. Hace exactamente 6 meses que me compré “croagsansitos” (como los llama mi amiga) de pistacho y chocolate blanco y me senté en el suelo a comérmelos porque aún no teníamos muebles.
Y me prometí que trataría de ser feliz en esta casa, que sería un hogar, un refugio, que aprendería a parar de una vez por todas. Lo he cumplido demasiado bien y ahora no quiero tener que marcharme.
Dice Lucía que por qué siempre tengo que escribir sobre lo que me dice, que no use su nombre, ni sus enseñanzas. Mala suerte, amiga, eres mi pepito grillo literario. Ayer nos abrazamos en la cocina y me dijo que todo ese amor, esas personas que se reían de mí y conmigo en el salón, que pedían vino y recogían platos, que contaban tonterías y amenizaban la jornada. Que todo eso, era fruto de mi esfuerzo. Y decidí que ya era hora de creérmelo, de dejar de ser tan dura conmigo misma y aceptar que si tantas personas increíbles me quieren, será que me lo merezco.
Y la niña pequeña e incomprendida que fui, me mira feliz y se marcha a seguir escribiendo poesías que no quiere que lea nadie.
Desde hace unos meses a la de los “croagsantitos” y a mí nos ha dado por irnos a trabajar cada día a una biblioteca diferente y descubrir nuevos escenarios para nuestras sitcoms. El otro día subimos a la del Carmel y encontré este libro que me hizo reír mucho.
Que se queden atrás aquellas personas que nos hacen sentir menos, que nos reprochan y tratan de controlarnos. Que nos juzgan y pretenden que nos amoldemos a sus ideales relacionales.
Que se quede atrás la pena cuando cierre por última vez esa puerta.
Algo para leer
La desaparición de los rituales - Byung Chul - Han
Mi filósofo favorito cuenta en este libro (o más bien ensayo o diario de reflexiones) por qué son importantes los rituales de paso. Y cómo, el hecho de haber abandonado las tradiciones, lastra a nuestra sociedad, condenándola a un individualismo voraz que termina por aislarnos del mundo real.
Algo para ver
Selftape en Filmin
Ahora que está nominada a mejor serie dramática en los Feroz es buen momento para acercarse a la historia que narra esta tercera serie original de Filmin.
Está protagonizada por Joana y Mireia Vilapuig, estrellas infantiles que relatan su paso por el mundo de la industria cinematográfica con sus luces y sombras enfrentadas.
Aquí mi review en Filmfilicos.
Algo para desconectar
La newsletter de Jesús Terrés, “Nada importa”.
Un bálsamo que cura en estos tiempos convulsos. Un oasis de calma al que escapar mientras desayunas un domingo en tu cafetería favorita sin más obligaciones que ver pasar el tiempo.
Algo para reír
Últimamente, tengo abandonada la sátira. Pero estoy especialmente orgullosa de la ironía y la rabia que esconde este relato:
Algo para recordar
Señora Doubtfire cumple 30 años
Y en este artículo recuerdo la primera vez que fui al cine, las luces que apagan poco a poco, la emoción por lo desconocido que hace palpitar fuerte la sangre que corre por mis venas y que incrementa mi ya de por sí incombustible hiperactividad.
Me voy a terminar de hacer cajas, empacar muebles y cerrar maletas.
Ha sido muy bonito y cautivador leerte. Has dejado claro cómo te sientes y lo has hecho con comicidad, gracia y dignidad (que a veces no sirve de nada). Ya verás que lo que viene adelante a veces sorprende más para bien de lo que pensábamos. Tu amiga del chocolate picante 🌶️